Segundo relato de la creación

En el segundo relato del Génesis, se nos explica la creación desde otra perspectiva. Es la perspectiva de un Dios antropomórfico, que se presenta como artesano, como jardinero, como médico. Está más centrado también en el ser humano, al que Dios pone en el Paraíso, que simboliza esa armonía, esa comunión de amor con el Padre. 

En este paraíso, existen dos árboles que simbolizan la libertad que Dios les da para vivir esa vida bendecida. El Árbol de la Vida representa la vida de comunión con Dios y comer de él implica la santidad elegida, el amor a Dios. El Árbol del Bien y del Mar o el Árbol de la Ciencia, representa la elección, la libertad, el discernimiento que Dios quiere que el hombre haga, un límite que le fija para que el hombre vaya creciendo en fraternidad y responsabilidad. No comer implica usar la libertad para el Bien, mientras que comer de él implica romper la relación con Dios, pecar. La serpiente les dice que serán como dioses, es decir, que se verán como Dios les ve: frágiles y desnudos, pues pasan a percibirse a ellos mismos como objetos de deseo o como amenaza.
Con la creación de la mujer, Dios quiere explicar que el hombre es un ser relacional, que no está llamado a vivir en soledad (¡ni siquiera Dios lo hace!). El hombre es un ser que está llamado a vivir en relación con los demás, con Dios y con la creación. En esta relación está la armonía del Paraíso. 

A diferencia de relatos mesopotámicos de la época, este relato de la creación quiere enfatizar la existencia de un único Dios, que es bueno y crea por amor y no por necesidad como se observa en otros relatos de la época. Existen ciertas semejanzas en el uso de la arcilla para esculpir, pero tiene otras imágenes originales, como la mujer a raíz de la costilla del hombre, el desfile de los animales para ponerles nombre, o en la sutileza del "soplo" de Dios. 

En la segunda parte de este relato, Dios intenta respondernos a la pregunta ¿Por qué existe el mal, el sufrimiento? ¿Hay esperanza? En este relato aparece el diablo, que es representado como una criatura no humana para evitar divinizaciones: la serpiente. Su arma es la mentira, o podríamos decir mejor, las medias verdades, pues no da lo que anuncia realmente (anuncia plenitud pero deja vacío). El pecado es la desconfianza en Dios. No es querer ser dioses, ni comer de lo que no debían, es más profundo.
La consecuencia del pecado es la ruptura de la relación con Dios (tienen miedo, se ocultan), con uno mismo (se avergüenzan), con los demás (se tapan al verse con pudor y culpan al otro) y con la creación (fatiga del trabajo, dolor al parir y la muerte en última instancia). No obstante, la reacción de Dios es de misericordia a pesar de cómo podría verse en primera instancia. Les llama y les prepara unas túnicas para que se tapen. Maldice a la serpiente y no al hombre, dándonos una explicación objetiva de las consecuencias de nuestro pecado (la fatiga, el dolor de parto, etc). La pérdida del Paraíso no es un castigo, como solemos pensar, sino una consecuencia que entristece a Dios. Él tiene las puertas abiertas para el hombre cuando éste sea redimido, y guarda mientras tanto el Árbol de la Vida, pues el hombre no está ya preparado para tomar de sus frutos. Este relato no se queda ahí, pues promete la salvación (se dice que es un proto-evangelio): anuncia que la mujer le pisará la cabeza a la serpiente, que vencerá en última instancia. No termina con palabras de castigo, sino con una promesa. 

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